Los bancos gastan fortunas en publicitar las tarjetas de crédito. Según ellos, el dinero plástico es la mejor forma de comprar. Pero la realidad es muy diferente.
Lo primero que hay que saber es que el simple acto de poseer una tarjeta de crédito, aunque no se la use, tiene un costo. Ese costo viene como emisión de resumen y cargo de renovación. Esos cargos pueden estar bonificados el primer año, pero a la larga aparecerán y hay que pagarlos. Según de qué tarjeta se trate y el bolsillo del dueño ese costo puede ser poco o mucho.
Lo segundo es que no existe la cuota sin interés. El banco vive del interés y no regala nada. Así es que cuando ven las publicidades ofreciendo 3 cuotas sin interés ó 0% de interés busquen el asterisco y vean la sigla C.F.T. que significa costo financiero total. Suele rondar 3% a veces el 4.5%. Ahí tenemos un costo adicional al valor de la compra sólo por usar la tarjeta.
Además hay un seguro de vida incorporado en toda compra. Es para el caso que compremos con tarjeta y nos muramos antes de pagar. A veces algunos bancos y tarjetas se abusan y cobran un seguro de vida carísimo en comparación con cualquier seguro de vida que uno contrataría por propio interés. Al hacernos pagar un seguro caro, el banco/tarjeta se gana una comisión de la compañía aseguradora.
Las promociones son un anzuelo, pero a larga todos pagamos el precio completo más la tasa de interés. Una tarjeta puede ofrecer 20% de descuento en ropa dentro de un shopping puntual un día de la semana o un 15% en artículos de electrónica en alguna cadena de electrodomésticos, pero nadie asegura que esas promociones sigan para siempre y no todos nuestros gastos los podemos hacer dentro de las promociones. Además, para poder aprovechar esas promociones ya estamos pagando los gastos que implica poseer la tarjeta (resumen y renovación).
Comprando en efectivo y pidiendo la factura como corresponde a menudo también tiene descuento. Si bien la ley de lealtad comercial lo prohíbe (ya que como toda ley se hizo a medida del lobby de los bancos/tarjetas y no pensando en el consumidor), muchos comercios ofrecen descuentos por pagar en efectivo, por las innumerables desventajas que tiene para él también vender con tarjeta. Algunas desventajas son cobro el diferido (aunque en general son 48 horas), el impuesto al cheque y las retenciones varias (ingresos brutos, por ejemplo). El comerciante puede aplicar ese descuento, no porque vaya a evadir el pago de un impuesto, sino porque vender en efectivo es realmente más barato.
Comprar con tarjeta es endeudarse y las deudas son incompatibles con la riqueza. Si una persona está en plan de ahorrar para comprarse una casa o para cambiar el auto o para irse de vacaciones, lo primero que tiene que hacer en no deber plata. Eso es porque toda deuda tiene un costo y en general ese costo es superior al interés que se obtiene por un ahorro. Por ejemplo, si la tasa de un plazo fijo a 30 días en un banco es del 10% anual, la tasa de la tarjeta es del 25% anual.
Uno de los servicios que dan las tarjetas es el débito automático de servicios como la luz, el gas, el teléfono, la escuela, etc. Nos ahorramos el problema de olvidarnos de pagar o de no tener el efectivo para hacerlo en el momento en que vence. Lo mismo pasa cuando en un mes queremos hacer una compra que no estaba prevista y gracias a la tarjeta podemos hacerla aunque no tengamos en el momento el monto en efectivo. Y también podemos comprar un producto muy caro en muchas cuotas de manera de no comprometer todo el sueldo en una sola compra. Otros ven en la tarjeta una forma de pagar las vacaciones en marzo.
Hay que ser conscientes de que estas ventajas vienen a un costo, de alrededor del 20% anual y a veces mucho más.
La forma de evitar ese costo es siendo ordenado. Por ejemplo prever las fechas de vencimientos futuros para disponer del efectivo en el momento de pagar. Y reemplazar el gastar a cuenta con ahorro.
Si uno es responsable y criterioso, en general no se puede gastar más de lo que se gana. Puede ser que un mes se gaste más y en otro mes menos, pero si se toma un período largo como puede ser un año, los ingresos y los egresos están nivelados. Quiere decir que los meses que uno revienta la tarjeta son sucedidos por meses en los que ahorramos (para poder pagar la tarjeta). Si invertimos el orden, primero ahorramos y luego gastamos, podemos prescindir de la tarjeta y ahorrarnos su costo de financiación.
Ejemplo: Supongamos que todos los meses llego justo a fin de mes; gano $100 y gasto $100. En un mes decido comprarme una notebook con tarjeta en 12 cuotas. Si en los siguientes 12 meses mis ingresos no aumentan, deberé reducir mis gastos para poder hacer frente a un ítem nuevo que es la cuota.
Si hago al revés, durante algunos meses (pueden ser 2, 3 o 20 según el caso) reduzco mis gastos, llegado el momento tendré ahorros suficientes para comprarme la notebook en efectivo. Me saldrá más barata por no pagar interés y no estaré endeudado.
La única diferencia entre las dos situaciones es que en un caso tengo el producto inmediatamente y luego debo esforzarme para pagarlo con intereses y en el otro primero hago el esfuerzo y luego tengo el producto, pero no pago un dinero extra en concepto de intereses financieros.
Si tomamos el ahorro como costumbre (aquellos que tengan la capacidad de ahorrar, ya que si no se cubren las necesidades básicas no existe ahorro posible), podemos prescindir de las tarjeta de crédito y de sus desventajas. A veces no podemos prever un gasto y tener la tarjeta disponible es un salvavidas, pero se deben analizar todas las opciones antes un gasto imprevisto. Por ejemplo pedirle prestado a un familiar o amigo o pedir un adelanto del sueldo en el trabajo.
En conclusión, hay que analizar muy bien qué ventajas tienen las tarjetas de crédito y a qué costo y no creer el mensaje publicitario. Esas publicidades se pagan con lo que pagan los dueños de tarjetas de crédito por encima del valor de la compra en concepto de costos financieros.
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